09-07 Edad
La composición de los tejidos en el cuerpo humano cambia con la edad. Esto tiene especial importancia en el cerebro, donde el contenido de agua disminuye con la edad y el contenido de mielina aumenta drásticamente durante los primeros años de la infancia.
En consecuencia, los tiempos T1 y T2 de relajación del tejido cerebral también disminuyen. Al nacer, el cerebro infantil se compone de 93-95% de agua y tiene tiempos de relajación T1 y T2 largos (Figura 09-12). Se produce una caída rápida del contenido de agua al 82-84% durante los dos primeros años de vida conforme avanza la fase de mielinización.
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Figura 09-12: |
Por lo tanto, es necesario ajustar los parámetros de sincronización de todas las secuencias de pulsos adecuadamente. Cuando se usan secuencias IR con campo medio en la etapa neonatal, se requiere un TR aproximado de 3000 ms y un TI de 1000 para producir imágenes útiles con suficiente contraste entre los tejidos blandos. El TR y el TI pueden reducirse a la mitad cuando el niño tiene dos años de edad. Cuando se usan secuencias SE, el TR tiene que ser prolongado adecuadamente para adquirir imágenes T2. El uso de los mismos parámetros del pulso en niños y en adultos conducirá a imágenes sin valor diagnóstico (Figura 09-13). En los niños de tres a seis años, pueden utilizarse ya los parámetros de la secuencias de adultos.
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Figura 09-13:
Tiempos de relajación T1 (izquierda) y T2 (derecha) de la sustancia gris y blanca en función de la edad (en milisegundos). Nótese que desde el nacimiento hasta aproximadamente los seis meses de edad, tanto el T1 como el T2 de la sustancia gris es menor al T1 y T2 de la sustancia blanca (un 25% aproximadamente en estudios in vivo a campo bajo).
T1 y T1: millisecondos (ms). Modificada según ⇒ Holland.
09-08 Temperatura
La influencia de la temperatura en los tiempos de relajación se ha comprobado con métodos analíticos de RMN (Figura 09-14). La temperatura también modifica el coeficiente de difusión y el desplazamiento químico del pico de agua. Por lo tanto, se plantea la cuestión sobre si los cambios de temperatura en el cuerpo humano pueden influir en los tiempos de relajación de los tejidos y por lo tanto en el contraste. Esto puede ocurrir, por ejemplo, en pacientes que presentan elevación de temperatura cuando se realizan una RM y que tienen una temperatura normal durante otra RM de seguimiento.
Las mediciones de relaxometría han demostrado que las diferencias obtenidas se encuentran dentro del error del sistema y no influyen en el contraste en la RM [⇒ Rinck].
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Figura 09-14: |
Termometría. Los métodos más usados para la termometría por RM no se basan en realizar mediciones sobre los tiempos de relajación, sino en medir cambios de la frecuencia de resonancia provocados por los cambios de temperatura.
En el agua, los electrones apantallan el núcleo de las moléculas del campo magnético y por lo tanto disminuyen la frecuencia de resonancia del hidrógeno. Sin embargo, cuando aumenta la temperatura, los enlaces de hidrógeno se reorganizan y los electrones del escudo de protones del campo magnético se hacen más fuertes, lo que reduce el campo neto que perciben los protones que están expuestos. Su frecuencia de resonancia aumenta y este cambio de comportamiento se puede medir y relacionar con la temperatura. Este proceso se describe como la termometría por cambio de frecuencias de resonancia (proton resonance frequency shift – PRF o PRFS). Se calcula a partir de una serie de imágenes de eco de gradiente [⇒ Rieke].
La termometría por RM se aplica para controlar los principales cambios locales en la temperatura, por ejemplo en el tratamiento con láser de tumores malignos. Los efectos relacionados con la temperatura se puede evaluar de forma dinámica [⇒ Hynynen; ⇒ Le Bihan; ⇒ Matsumoto]. La termometría cuantitativa por RM está al alcance del ámbito clínico y puede tener un impacto significativo en la radiología intervencionista [artículos de revisión: ⇒ Peters; ⇒ Quesson].